sábado, 14 de septiembre de 2013

Demian, la voz del destino


Se dice que en el tiempo que dura toda una vida, uno llega a conocer verdaderamente sólo a una única persona: Uno mismo. El camino es muy dificultoso, es arduo hasta el cansancio o la locura. Pero si uno tiene en claro cuál es su sueño, el camino se torna más fácil y claro. En el trayecto hacia uno mismo siempre hay dos lados bien diferentes, distinguidos uno del otro: el lado luminoso y benévolo y el oscuro y maldito. Sólo hay que ser valientes y tener el coraje suficiente para ver directo a los ojos del propio destino personal, que se para a hacernos frente al doblar una esquina cualquiera, que no es tan cualquier esquina. Porque aunque no nos demos cuenta, cada uno de nosotros nace con un destino fijo predeterminado, marcado en su interior, es imposible hacer oídos sordos y huir, es imposible definitivamente librarse de ello. Aunque uno lo intente. Nada es casual. Las casualidades no existen. Todo está predeterminado, quizás por ese lado oscuro y malévolo que es también el luminoso y benévolo, dos en uno, y uno en todo al mismo tiempo, en todos lados. Claridad y oscuridad, seguridad, cobijo y abismo, hombre y mujer, niño pequeño o joven adulto, madre o amante, abraxas, el destino. Y tampoco es casualidad cruzarse en el camino con cierta gente que camina bajo la señal de su signo. El signo interior, la marca de Caín marcada en la frente. Gente que forma parte del destino de uno, gente que acompaña a uno, en el largo y difícil camino de llegar a conocerse a uno mismo. Porque todos los caminos conducen al mismo lugar: a seguir los sueños propios sin nunca abandonarlos, a creer ciegamente en lo que se quiere para obtenerlo, a enfrentar al destino mirándolo fijamente a los ojos desafiantes llenos de valentía, y después de transitar largos caminos llegar a destino: retornar al mismo punto de partida, uno mismo. Porque después de todo es el propio destino que nos pone allí, en el lugar en donde nos encontremos, nos guía y nos impulsa a descubrir lo que desconocemos. Porque no hay nadie que esté donde no deba estar.


Breve publicado en la edición núm. 24 de la revista literaria Granite and Rainbow.


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