Preciosa publicación de:
Editorial Barenhaus
1º edición
Diciembre 2016
En “Matilde
debe morir” Cristian Acevedo nos
ofrecerá una cautivante novela de ideas laberínticas. Comenzando con
un intrigante primer capítulo donde, de entrada, el autor nos invitará a ocupar
no un lugar sino un personaje. “No a un costado, no frente a el. Sino en ÉL.” Advirtiéndonos alguna participación en los acontecimientos “que justificarán o no el desarrollo de ésta novela”.
Aunque pareciera dejar en el Lector la decisión de ubicarse en el lugar de
aquel personaje y asumir las consecuencias o simplemente abandonar este libro
maldito. “Si avanza una línea más, no habrá posibilidad de arrepentimientos.”– Nos advertirá. Porque “aunque lo parezca, esto NO es un juego. Hablamos de la
vida de una persona.”—Nos asegurará un narrador absolutamente ignorado por el
Lector, ignorado porque la curiosidad y el querer saber y descubrir más y
más, conducirá al Lector a abrir las
puertas de un mundo absurdo y enigmático donde no todo es lo que parece ser, porque así
irá avanzando esta historia “de capricho en capricho”.
De este modo, el Lector abrirá las puertas de
un bar, uno ubicado en la esquina de Charcas y Armenia en Palermo, ingresará
trayendo consigo apenas unas pocas pertenencias, algo de dinero y un librito azul, así ocupará su lugar, o
mejor dicho, su personaje y pasará sus tardes en este bar que “no es un bar
sino una novela.” Una vez dentro, se encontrará con personajes como “la mujer
que escribe y lee junto a la ventana de la calle Charcas”, quien resultará ser
Matilde -o no-; el bigotudo de la mesa 2, serio y repulsivo; Valentín, el mozo
del bar, un joven desquiciado; y el insulso de la mesa 4, quien vaya cada
Lector a saber cómo resultará ser. La
muerte de Matilde coincidirá con la finalización de su obra. Y a lo largo de la
historia variarán los propósitos de la misma, lo importante: Advertir a Matilde
para prevenir su muerte, descubrir quién es su asesino; buscar la manera para
evitar que ella muera; y finalmente, estos personajes pensarán en cumplir la
promesa del primer capítulo para concluir toda esta locura. Así como variarán
los propósitos importantes en la trama, también lo harán los personajes, quienes
creeremos ser unos cuando en realidad no serán –o sí-, y dudaremos de ellos y
hasta de uno mismo.
Descubriremos que Matilde, al igual que el
autor de esta historia, “es clara escribiendo: Consigue con facilidad que sus
palabras se conviertan en imágenes”, y así como descubrimos, cuando ella lee en
voz alta, que posee una hermosa voz; descubrimos también, al avanzar en la
novela, la agraciada y espléndida narrativa que posee su autor. Ésta es una
novela corta pero no lo parece, porque reúne abundantes elementos, ya que en
ella hallaremos no sólo una enmarañada y exquisita novela sino también cuentos,
entretenidos diálogos claros y precisos,
y hasta una especie de mini ensayo donde el autor explayará sus opiniones sobre literatura, lecturas y autores que nos
hará sentir las ganas de querer haber leído mucho, muchísimo más. También nos
habla sobre escritura. Maneja un lenguaje barrial, bien porteño, y algunas situaciones
en clave de humorada surgen de a tramos. Esta es, sin duda, una excelente
novela para disfrutar sentados en algún bar del barrio.
Los cuentos de Matilde (o los de Cristian Acevedo o los de Omar Weiler) nos
hablarán sobre la relación de una nena y su hermanito en un contexto familiar
complicado por el poder, la infancia y sus recuerdos, la pérdida inconsciente de la inocencia representada
en una nena que va develando, poco a poco, las verdades que esconden los
“adultos hechos de mentiras”, recuerdos de una vecina temible y un hecho
tristemente atroz, y el paso del tiempo, el tiempo cíclico y caprichoso que
hace que nuestras obsesiones se ensañen con nosotros mismos.
Si hablamos del tiempo, no tardaremos en
descubrir que esta novela está escrita en tiempo futuro, “un futuro apremiante
y estremecedor”. De este modo, nos
encontraremos con una paradoja del tiempo. El Lector tendrá que descubrir quién
es el asesino para evitar que maten a Matilde. El Lector tratará de averiguarlo
cuando en realidad, Matilde todavía estará viva; buscará al asesino de una
persona con vida aún. Y si hablamos de paradojas, también uno podría
preguntarse ¿en qué momento se lee en el libro que uno podría elegir y ubicarse
en un personaje distinto, en otro que no sea en el del insulso de la mesa 4?
“Esta novela absorbe la energía vital de
sus lectores.” Se convertirá en un sueño –o pesadilla- sin fin. Y a pesar de todas las advertencias, uno
querrá conocer y saber más sobre esta historia de tintes Shakespeareanos,
Kafkianos o Borgeanos. La curiosidad será más fuerte. Está solo en el Lector la
decisión de dar vuelta la página y querer avanzar. Aunque una vez dentro, será muy
difícil salir, su narrativa adictiva lo atrapará, y recién allí, estimado
Lector, comprenderá por qué “esta novela es una cárcel, un laberinto” del cual
no será nada fácil escapar.
Reseña por: Roxana
Contreras.
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